Relato cronológico de un viaje único. Historia en primera persona de cómo la colaboración, fraternidad y camaradería entre viajeros concretó una hazaña al otro lado del mundo.
Texto: S.C. Fotos: gentileza Mariano Carloni
Mariano Carloni es un enamorado por las motos que canalizó su pasión por los viajes. Como muchos otros, es miembro de varios grupos y foros de viajeros y, mediante esta posibilidad que hoy brinda la tecnología, se relaciona con otros apasionados como él dispersos por todo el mundo. Su relato, arranca con una breve descripción del por qué de su pasión y nos mete de lleno en la anécdota que desembocó en un viaje increíble.
“Desde chico me gustaron las motos. Tuve la suerte de obtener mi primera moto hace una década, a los 17 años, y realicé de inmediato mi primer viaje. Fue un recorrido de unos 120 kilómetros, pero allí entendí que viajar era lo que me más gustaba y lo que quería hacer”.
“Un día de 2019, estando en el trabajo (soy de Rosario pero me desempeño en Buenos Aires), me llegó al celular una notificación con el aviso de un nuevo video publicado en un grupo de motociclistas internacionales al cual pertenezco. Por esas cosas de la vida, decidí abrirlo y observarlo, cosa que rara vez hago. El video era de un viajero irlandés, Declan McEvoy, que estaba recorriendo en moto el sur argentino y venía arrastrando varios problemas, sin encontrar una justa solución, por lo que no podía seguir con tranquilidad con el objetivo trazado”.
“Luego de ver el video me puse en contacto con Declan y le expliqué que trataría de darle una mano. Mensaje va, mensaje viene, me envió una lista con todos los repuestos que necesitaba. Una vez que pude conseguirlos, sin dudarlo realicé la compra y se los envié por un transporte a la ciudad más cercana de donde se encontraba”.
“A los pocos días, después de reparar su moto y de emprender viaje hacía Buenos Aires, el irlandés me llamó para que nos conozcamos en persona. Luego de varios encuentros y cenas de por medio, y de muchas charlas sobre motos, nos despedimos con la promesa de quedar en contacto. Hasta aquí, se trató de una historia más de otro viajero, al cual conocí y ayudé”.
Devolución inesperada
“Casi dos meses más tarde, suena el celular y era otra llamada de Declan McEvoy, esta vez desde Irlanda. En esta oportunidad, la charla también versó sobre viajes y motos, pero nada parecida a lo que ya habíamos hablado en persona o a lo que yo me hubiese imaginado”.
“En cierto punto empieza a contarme sobre una planificación, junto a otros motociclistas, para realizar un viaje por Siberia, sobre un lago congelado. Asumiendo que quería mi opinión, le hice un comentario argumentando principalmente que pensaba que estaban ‘todos locos’ por querer concretar semejante viaje”.
“Tras escuchar mis conceptos, Declan me dice que no buscaba mi opinión, sino que quería mi compañía. El gesto que yo había tenido meses atrás le había agradado y por eso, considerando la camaradería que los motociclistas tratamos de conservar, decidió invitarme para que me uniera a la aventura”.
“En pocas palabras, el ‘Proyecto Baikal’, buscaba cruzar un lago congelado en plena Siberia. El lago Baikal es uno de los más grandes del mundo, con casi 800 kilómetros de largo y 50 de ancho, y el más profundo, con 1.500 metros desde la superficie al fondo. La idea, el desafío, era transitarlo a lo largo (o sea, a través de 800 kilómetros) mientras estuviera congelado, en pleno invierno boreal”.
“La aventura nos tomaría siete días intensos de manejo sobre todo tipo de superficies, con la ‘promesa’ de afrontar muchas situaciones difíciles y manejar, como mínimo, con temperaturas promedio que oscilarían entre -20° C y -30° C. La respuesta fue un sí rotundo. Y allí comenzó la aventura”.
“Varias veces durante el recorrido pensé ‘¿Qué estoy haciendo en medio de la nada y temblando de frío?’, pero después comprendí que estaba siendo feliz y ya nada importaba”.