Sport

Especial Mujeres

Aceite de moto y perfume. Grasa para cadena y lápiz labial. La combinación parece extraña pero puede darse. Breve reseña sobre las mujeres que llegaron a lo más alto en el motociclismo y de algunas que quieren llegar.

La historia de la participación femenina en pruebas motociclísticas de alta competencia no es reciente. Una de las primeras en romper el molde para el Mundial de Velocidad fue la finesa Taru Rinne. A fines de los ‘80 y con 22 años de edad, fue tentada para competir en 125 cc y medirse contra pilotos como Crivillé, Gresini o Martínez Aspar. Fue justamente integrando el equipo de Ezio Gianola (subcampeón ‘88) que debutó con una Honda y fue séptima como mejor resultado en el Gran Premio de Alemania del Este de 1989 disputado en Hockenheim (sorprendió a todos con el segundo lugar en clasificación). Taru se inició en los karts de su país, luchando rueda a rueda con jóvenes que luego fueron estrellas de la F1 como Mika Hakkinen, Mika Salo y Jyrki Jarvilehto. Después optó por las motos y realmente causó sensación por su rápida adaptación y por mezclarse con las figuras de aquel tiempo. “Es rápida; conoce muy bien cómo se lleva una moto aunque, por las veces que estuve junto a ella, considero que debe aprender todavía a la hora de frenar y meterse en la curva. Cuando logre esa técnica, cuando tenga más musculatura en sus brazos, podrá codearse con los pilotos de cabeza”, dijo Jorge Martínez Aspar sobre Rinne. Sin embargo, su encanto y presencia en las carreras desaparecerían tan fugazmente como llegaron, debido a un serio accidente en Paúl Ricard. A raíz del accidente y mientras se recuperaba de los golpes, recibió una carta de Bernie Ecclestone, encargado de decidir por ese entonces qué pilotos tenían o no “status” para participar en el Mundial de Velocidad. La carta era breve, pero a la vez dura. El viejo Bernie le comunicaba que no estaba calificada para competir en la próxima temporada y, para Taru Rinne, aquella carta fue la decepción más grande de su vida.

El camino iniciado por la finesa fue seguido por otras, aunque no con la frecuencia esperada como para afirmar que el motociclismo de alta competencia es una verdadera opción para las mujeres. Las participaciones fueron aisladas, relacionadas más con una estrategia de marketing que por incentivo deportivo. Existen casos puntuales como el de la italiana Daniela Tognoli, quien venció en una final de la Copa Italia 125 del ‘92 en Misano por delante de todos sus compañeros masculinos, o de la japonesa Tomoko Igata, capaz de sumar puntos en tres competencias de 1994 y en cinco de la temporada siguiente (lo mejor, curiosamente, también fue un séptimo puesto en República Checa).

Una de las mujeres que trascendió por sus participaciones en el Mundial de Velocidad fue la alemana Katja Poensgen, una infartante rubia de marcadas curvas que desfiló su belleza por la clase de 250 cc (único caso, las restantes lo hicieron en 125 o Moto3). La germana llegó de la mano de una bebida estimulante de su país, en un claro ejemplo de promoción, pese a que sus actuaciones en la clase Súper Sport de Alemania fueron solo aceptables. Tras tres temporadas en el campeonato del mundo (fue contemporánea de Sebastián Porto entre 2001 y 2003), la rubia dejó la categoría sin pena ni gloria, cosechando sólo dos puntitos obtenidos tras su decimocuarto puesto en un GP italiano disputado en Mugello. Otro caso de una chica integrando la parrilla de 125 fue el de Marketa Janakova. Nacida en Dvur Kralove, República Checa, debutó como piloto “wild card” (invitada) en el GP de su país de 2004, finalizando en el puesto 25 (penúltima, a una vuelta del ganador Pedrosa). Sin embargo, sus aptitudes y un buen apoyo económico hicieron que con 16 años se convirtiera en una participante estable disputando los Grandes Premios de Holanda y Brasil como compañera de equipo de Julián Simón y ganándose el crédito de seguir en República Checa, Portugal, Japón y Malasia (su mejor resultado fue el puesto 22 de Estoril). Pese al anuncio para ser la piloto número uno del team a partir de la carrera inaugural de 2005, el aporte económico no llegó y así se despidió de las pistas.   

El último ejemplo de chicas veloces lo ilustran las españolas María Herrera y Ana Carrasco. Ambas alternaron varias participaciones en las recientes temporadas de Moto3 con discretos resultados (María fue undécima en Australia 2015, Ana fue octava en Valencia 2013) y a partir de 2018 estarán juntas en la nueva clase SuperSport 300 que acompaña al Mundial de Superbike. Herrera, quien cuenta en su estadística con una victoria absoluta sobre los chicos del FIM CEV Moto3 durante 2013, lo hará con la Yamaha del equipo MS Racing que fue campeona el año pasado. Carrasco, por su parte, seguirá con una Kawasaki Ninja y tratará de igualar el mejor resultado conseguido en 2017 cuando ganó por sobre todos los hombres en el round lusitano de WorldSS300 disputado en Portimao. Todas, desde Taru Rinne a estas amigas españolas, corrieron (y corren) contra el tabú de que el motociclismo es un deporte sólo para hombres. Todas, lo hicieron y lo hacen para mostrarse ante el gran público. Todas, pelearon y pelearán por estar lo más arriba posible. Todas, con sus participaciones pasadas, presentes y futuras, seguirán empeñada en demostrar que aquello del “sexo débil” ya no corre más.

Intrahistoria

Casos especiales

En el mundo del motociclismo existen dos casos de pilotos que son reconocidos no por sus resultados deportivos sino por la condición sexual que tenían cuando disputaban los Grandes Premios y la que ostentan ahora. El menos recordado es el Gerry Van Rooyten, un fornido holandés de larga cabellera rubia, que se declaró transexual cuando era un mediocre piloto del Mundial de Resistencia a bordo de una Kawasaki. Esa condición, la desear ser del sexo opuesto, fue la única virtud por la que Van Rooyten permanece en las estadísticas, ya que fueron muy escasos sus logros en pista.

Por el contrario, el historial de Mike Duff mientras compitió en el Mundial de Velocidad fue meritorio. Este canadiense compitió en medio centenar de carreras entre 1961 y 1967, logrando sus mejores resultados en 250 cc cuando fue subcampeón mundial por detrás de Phill Read en 1965. Allí, defendiendo el prestigio de Yamaha, consiguió ocho podios entre 1964 y 1966, con victorias en Spa-Francorchamps ‘64 (Bélgica) e Imatra ‘65 (Finlandia). También ostenta un triunfo en 125, con Bultaco en Assen ‘65 y otros cinco podios en 500 cc, donde participó con Matchless. Tiempo después de dejar las carreras, Mike tomó la decisión de cambiar de sexo y de nombre, conociéndose a partir de entonces como Michelle Duff. Lo anecdótico del caso es que, durante un encuentro Centenial Classic en Assen -una convención de motos clásicas-, se presentó Michelle cuando todos tenían el recuerdo de lo que había sido Mike. Todo un cambio.